HOY me han aleccionado sobre el agradecimiento y la educación cuando en realidad yo mismo debiera haber sido el agradecimiento puro. Tenía miedo y una tremenda sensación de insensatez que me dejó sin capacidad de reacción.
El centro indudable implica una transición en el que el poeta debe poseer plena consciencia. Ver en la oscuridad, intuir lo que no parece nada, ser algo en nada, dejar de ser para ser plenamente. En ese limbo intermedio, incluso los que poseen virtudes se hacen ciegos. Es ahí donde ser es querer ser. He recordado el pasaje del Evangelio:
«La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está limpio, todo tu cuerpo será luminoso», San mateo, VI, 22.
Así en la literatura.