Ignoro si este verso, estas palabras,
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Un señor comienza a leer los poemas de Leopardi. Contempla y se anega en el infinito, sobrevive en Recanati, admira a Dante y se embelesa con la Ginestra. Al cabo de un tiempo, abandona la lectura.
No lo hace porque ello suponga un cansancio sino porque vivir la lectura condensa y extenúa la existencia. Abandonado de sí, el lector ha explrado los territorios que jamás hubiera conocido llevado por su solo entendimiento. La lectura es una entrega a la visión de los otros, los escritores, que trenzaron las palabras para crear una mirada perenne de la condición humana.
Cada lector la contempla, como el río de Heráclito, fluyente e inalterable, con las aguas especulares que, por momentos, trazan la figura y el rostro de un ser ya contemplado.
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Una luz con el tiempo tan adentro
que todo lo pronuncie en su origen.