SI los actos son puros y
participan de la verdad son, por tanto, actos de justicia. Platón pensaba de la
Idea al mundo y por ello creía que la relación entre lo uno y lo otro era de
presencia del absoluto. Así, si alguna acción, algún hombre, alguna creación
participaba de lo justo, lo bello o lo verdadero mantenía un relación proporcional con la idea ilimitada. El camino a la inversa, de lo
particular a la Idea, conlleva una relación de participación de lo minúsculo en
lo mayúsculo. Es decir, presencia y participación de y con el absoluto.
Para Platón, el filósofo, a pesar
de su estado de contemplación insuperable, pues, suponemos que ha llegado a
vislumbrar las ideas puras, debe volver a alumbrar a los demás. A pesar de
todos los mitos mistéricos que se encierran en esta recomendación de Platón en
su República, el filósofo debía, finalmente, acceder al ámbito público, pues no
estaba cargado de ninguna falacia, sino de verdad plena. Por este motivo,
porque los filósofos llevaban la justicia a un mundo organizado justamente,
Platón recomienda que sean ellos los verdaderos gobernantes.
Sucede lo propio con la literatura. Afirma Platón en Timeo 27d: “¿Qué es el ser
eterno, el que no tiene nacimiento? ¿Y qué es lo que nace y perece, pero nunca
es realmente?".
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Schopenhauer enseñó con suma
claridad las características y virtudes de la música en relación con las demás
artes y manifestaciones del hombre. Nunca olvidaré esta afirmación: “la música,
al trascender las ideas, es totalmente independiente del mundo fenoménico, lo
ignora absolutamente y, en cierto modo, podría existir aunque el mundo no
existiese, lo que no puede decirse de las demás artes”.
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El silencio rotundo y la soledad
sonora edifican, en el ser de cada uno, un mundo ajeno. Ese mundo, objetividad
del espíritu, lleva al poeta a desear ser otro mientras está siendo. También a
no temer la exposición pública, es más, la desea ya que su palabra está
impregnada de verdad y de justicia y de belleza. Estos deseos deben ser
proyectados en lo público cuando se produzca el momento, con fervor y fidelidad. No son búsquedas y necesidades de la vanidad, para el que ha contemplado la idea no existe su propio sujeto: es otro, se sabe otro, perpetuado en la verdad.