jueves, 21 de marzo de 2013

LA NOCHE, la noche nos coloca al descubierto. Con la desnudez de los astros podemos comenzar a emprender el camino de la búsqueda. Lo primero, desasirse de uno mismo siguiendo el lema de los oráculos. Después, rasgar con el canto las lascas al silencio. 

La noche, la noche nos alumbra cuando orillamos en ella, cuando colocamos nuestro cuerpo lábil en us anchuroso espacio. Espacio, sed de cielo.


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Tras leer con fervor las misivas de M.W. comencé a escribir una carta sin destino. En ella dejaba muy claro que el arte literario o posee emoción y verdad o no es nada. Es la autenticidad que se advierte en cuanto uno coloca los ojos sobe el papel y prosigue de continuo la lectura de un libro. la misma, pero al contario, cuando el poema prpne un encrspamiento de la vanidad y de vacuas palabras. Esa emoción es la literatura vivida y es genio y talento que no se aprende, es decir, es la vida en literatura, como le ocurre a Cervantes o a Montaigne. 

Otra carta de A.M., desde Francia, detona en mí sentimientos contrarios. Una alegría contenida somete al pudor que reina casi siempre. Son notas escasas, breves, pero para un aprendiz como uno suficientes cuando provienen de lectores admirados. Porque ser lector virtuoso es una virtud y una condición para que comience la aristeia y el areté del ars vivendi

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Ante la belleza de naturaleza no cabe pensar en el azar. Dicen los científicos que lo que vemos del espacio es un cinco por ciento de su plena realidad. No tenemos ni la más remota idea del lugar en que vivimos y pretendemos, además, desde nuestra corta inteligencia, entenderlo y explicalo todo. Ahora estoy en la azotea, lanzando mi mirada y, con ella, mi espíritu a la inmensidad que penetra mis ojos. Me desahogo de mí, de la energía acumulada y trato de incardinarme en una armonía de equilibrios y auroras.