viernes, 1 de marzo de 2013

ESTAS palabras de H. Hesse, escritas en su prodigioso Lecturas para minutos, me han recordado esta mañana de lino a J.R.J.: "El genio, allí donde surge, o acaba estrangulado por los que le rodean o es él quien les tiraniza a ellos; le aclaman unánimemente como la flor de la humanidad y, sin embargo, provoca en todas partes miseria y confusión, aparece siempre aislado, condenado a la soledad, no es hereditario y presenta siempre cierta tendencia a abandonarse a sí mismo". Las anoto en este diario como un ritual de silencio que parece confirmar algunas impresiones sobre cómo la crítica literaria y los llamdos estudiosos de la literatura han querido verter la trama y la historia de los poetas.

*** 

Últimamente escribo cuando la madrugada va llegando a su coda y las luces primeras comienzan a abordar los objetos y las ideas. En ese tránsito de la noche al día es cuando mejor entiendo algunas cuestiones de la vida. Me acerco a un neblinoso origen, a un lugar del que no puedo renegar su presenca. Sucede todo con una naturalidad que ambiciono cuando comienzo a escribir. Esa naturalidad, que incluye una fusión de lo uno en lo otro, es la que deseo en el pensamiento y en la palabra que trata de expresarlo. Así, todo parece un vuelo hacia un lejano esplendor de auroras y rocíos inaugurales.  

Hoy he recordado algunos versos de "Introducción" con los que William Blake da comienzo a Songs of experience (1794), libro que releo ahora en la traducción de José Luis Caramés y Santiago González Corugedo: 

¡Oh tierra, oh tierra, regresa!
Levántate el rocío de la hierba;
la noche se ha agtado,
y la aurora
se levanta de entre la masa de los sueños.


Al recordar estos versos, me he dirigido a las baldas para rescatar el menudo libro del poeta de marras. Leo la composición al completo y no puedo dejar de transcribir, en este diario de invierno, el fabuloso comienzo del mismo poema. Este comienzo lo emparento con algunas de las cuestiones que trato en Ars vivendi y caigo en la cuenta de que no he nombrado a Blake en el libro, a pesar de que algunas de sus ideas y creaciones están presentes en el volumen: 

¡Escuchad la voz del Bardo! 
Es aquel que ve presente, pasado y futuro;
es aquel cuyos oídos escucharon
la palabra sagrada
que caminaba entre los árboles antiguos,

...podríamos escribir muchas líneas sobe la significación de estos versos, pues en ellos se encierra buena parte de la concepción romántica de la poesía con la que afino mi estética y con la que trato de renovar la concepción meramente superficial y banal de la lírica.


Es más, escribió Blake unos versos cargados de simbolismo, -como la mayoría de su producción-, que los tengo como una especie de abracadabra, de fórmula ritual que explica a la perfección la naturaleza poética y del poeta mismo, a saber:

¿A dónde vuelas, oh ser hermoso? ¿En qué lugar buscas contento?
Hacia el lejano esplendor, hacia allí me apresuro, pues es cierto que de aquel lugar vine.
O si no habré dormido eternamente y no habré sentido el rocío de la aurora.