LEO algunos versos de Las ninfas de Fiésole de Boccaccio y, tan pronto lo hago, revolotean al recuerdo las imágenes de los paseos por aquellas tierras italianas. Amor, amor es quien guía mis palabras...pareciera decir el sujeto lírico de este hermoso poema. Amor entendido como epítome del sucinto y recóndito lugar que entorna misterios cuando uno lo contempla, porque si algo es aquella tierra de lomas y cerros oliváceos, de higueras amoldadas a los márgenes del camino, del paraje donde las cañas, las altas cañas, encauzan su melodía al viento, si algo es, si algo son, repito, el trigo, la luz, las piedras milenarias, el río transido de memoria, es contemplación pura.
Emboscado en algunos versos que brotan, como savia, deshuesados y casi yermos, trato de someter las mañanas a la música y el silencio. En ellos estoy más que en ningún otro lugar, otro sitio, a pesar de su desfigura y trazo extinguido. No son nada estos versos mas soy todo en esa nada. Convocatoria, comunión momentánea que con ella misma basta. Y yo sobro todo. Ser algo en nada. Con la sola presencia en el recuerdo, basta; la sola memoria que casi ya no reconoce lo que fue.