LO recuerdo hoy porque hace diez años que murió. Murió el poeta de edad, cuando la edad en su vida se hizo tiempo. Ranucio Tomassoni fue un poeta limpio, de honda palabra. Lo conocí en el sur, cuando tomaba los caldos de la tierra en que nací y sus ojos se perdían con el confín del Atlántico entrado al levante.
Con él mantenía una amistad fecunda y, con los años, se había convertido en una referencia para mí. Me fijaba en su porte, en su mirada, en sus versos, en el proceder estiloso de su acento mediterráneo que anhelaba la brillantez del sur. Sus versos hoy resuenan con virulencia en la figura soñada de su presencia:
Antes seguí deseos y esperanzas;
ahora tengo un espejo ante mis ojos
donde miro y veo mi fracaso;
y todo cuanto puedo me preparo
para el fin de mi vida que es tan corta,
pues apenas fui niño y ya soy viejo.