MIENTRAS tomo el último sorbo aterciopelado y caoba del pal cortado que me acompaña, E. agarra dos libros de la biblioteca. Uno es de T.S. Eliot y otro de Leopardi. Los coge, pone uno encima del otro y le llama la atención el color blanco y el parecido que los dos volúmenes presentan.
E. ya comienza a construir sus primeros enunciados. Siempre que coge un libro me mira para comprobar que no corro hacia ella para decirle que debe dejarlo en su sitio. En este episodio, ella se adelanta y me los da. Con su dedo señala un verso que tengo subrayado en color azul. "To be conscious is not to be in time".
El otro subrayado que sorprende a E. es el que tengo junto a algunas anotaciones en el poema de Leopardi intitulado "El pensamiento dominante". De buena gana lo transcribía por entero dada su excelencia, al menos para mi criterio, pero me quedo tan solo con los que se enredaban en os deditos de E.:
casi fingida imagen
que a tu rostro imitó. Tú, sola, fuente
de toda donosura;
tú, la sola belleza vedadera".
A ella, sin embargo, cosa natural, le fascina que le entone el poema de Darío: "la princesa está triste...".