jueves, 23 de enero de 2014

LO tenía anotado en las guardas de una edición de san Juan de la Cruz. Está escrita a lápiz, con letra menuda y una caligrafía que evidencia que la situación (que no recuerdo, que no logro establecer, que no importa en realidad un punto en esta secuencia) no era muy favorable a la escritura sosegada.  Puede leerse:

“Valéry solucionó el problema de las poéticas: `Hay certidumbres inexplicables´”.

Esto mismo me hace recuperar el libro de Valèry que más aprecio, Cahiers. Recuerdo las semanas en que devoraba, -como decía Boswell del Doctor Johnson-, caninamente las páginas del escritor francés. Siempre prodigiosas en el fondo y la forma y ante todo estimulantes, altamente beneficiosas para muscular el intelecto pues lo hace transitar por recovecos que antes no habían sido pensados de la realidad. 

Un estímulo impropio es la poesía. Dice Valèry que estar solo es estar con uno mismo, y que esa acción es siempre ser Dos. Dualidad que Platón mencionaba desde el comienzo de sus pensamientos entroncando con las pretensiones de los presocráticos por establecer las dimensiones del mortal; de la misma forma que el pensamiento oriental se desarrolla en una fuerte confrontación entre uno y otro y la fusión de esos contrarios. 


El individuo es un espacio de posibilidades, un tiempo para el encuentro del uno y el Todo. De esa comunión es posible que algunos mortales propongan experiencias estéticas: el arte. O que nunca tengan la capacidad para desarrollar lo estético aun habiendo tenido notables experiencias éticas y de pensamiento. El propio poeta francés decía: "La posesión del lenguaje está en relación recíproca con la fuerza del pensamiento".