domingo, 12 de enero de 2014

NECESITO escribir en esta bitácora el verbo leer. Es el que da vida y sentido a la escritura, la estirpe nutricia de toda letra, palabra, enunciado que se edifique al calor de una idea o una propuesta estética. En estos días, leo un libro soberbio de Richard Tarnas, La pasión de la mente occidental. Las novelas me aburren, son tediosas escrituras que quieren dirigirse a un divertimento vacuo sin ningún contenido estético con el poder de la palabra y sus formas de relación. Los libros los escojo sin pensar ya en el supuesto género que las acoge. Observo más virtuosismo en este ensayo de Tarnas, en cuanto a la estructura y la técnica, que en otros textos supuestamente narrativos. ¿Quién recuerda la lista de las mejores obras narrativas del 2010, por ejemplo?

Sí recuerdo, ahora, en la mañana las páginas que Tarnas le dedica a Petrarca y cómo asimilé lo que analiza este autor del italiano; así como la necesidad, en estas décadas, de que se produzca esto mismo. Me refiero a una reeducación de Europa a través del trato directo con los textos que han configurado lo que somos, el corpus de nuestra identidad ética y estética. Algunos autores ya han brujuleado esta dirección como un cauce necesario para configurar la nueva literatura. Para hablar de nueva literatura debemos tener presente la existencia de un declive. ¿Existe o son ilusiones vagas de un leve lector? Considero esta una etapa de transición, de tanteos, de reconfiguración de la literatura. Observo, además, el ímpetu de los autores por querer convertirse más en afamados ciudadanos de turno que en excelsos creadores solitarios. Quizás, en esta falta de autoridad, de modelo, de paideia literaria resida el marro de los escritores nacientes. 

Me llegan los libros del poeta catalán Enrique Badosa. En concreto, Cuaderno de las ínsulas extrañas, Historias de Venecia y Mapa de Grecia. Voy leyendo los poemas de este último título mencionado y alcanzo a creer que hay mucha verdad literaria en sus versos. El poema que principia el volumen mencionado es un delicado manifiesto estético. Adquirí la primera edición, en Plaza&Janés, del 79, y pienso en la poesía reinante de esas décadas en confrontación con estos textos. El poema titulado "Los límites de Grecia" funciona como obertura de los temas y motivos que atraviesan los poemas posteriores en forma de topotesia:  

[...]
¡Y toda Grecia es centro de luz!
Y más que nunca pregunté, pregunto
qué comienza y qué acaba en la belleza.