EN los dos últimos días, el cuerpo venció al alma. Escondidas, las fuerzas de la emoción van apocopándose hasta retirar cualquier incentivo para la escritura. Leo con lentitud y subrayo algunos pasajes que unen la vida de Schiller y Goethe. Hablan de la claridad y eso me hace sonreír; dialogan sobre la expresión clara, pero enigmática.
Nada de lo velado puede ser entendido con tan solo observarlo. Hay que profundizar, fijar, penetrar, ahondar, habitar, vivir, contemplar la palabra; y cuando seamos ella misma, parte de su naturaleza, nombrada realidad hacia dentro, entonces dejaremos de ser para entenderlo todo.