LIBROS, libros llegan a casa. Hemos dejado de comprar libros en librerías de nuevo, tan solo
algún volumen en italiano, rediciones de clásicos o traducciones actualizadas, ensayos y
algún que otro diccionario actual. Para hacerse con un cuerpo bibliográfico
sólido hay que comprar en librerías de viejo. Hoy llegaron los libros de Emilia
de Zuleta, Lázaro Carreter, Amado Alonso, Rafael de Balbín y López Estrada.
Parece que estamos comprando reliquias, le digo a M.C., cuando, en realidad, nos hacemos con lo
indispensable en la casa de dos filólogos.
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ORDENO los libros de
antropología y mitología. Rescato un libro de Robert Graves y, al abrirlo,
asoman desoxigenadas unas líneas que había subrayado en el momento de la
lectura. Las leo recordando la diosa blanca del escritor que tanto gustaba de
vivir en España: “La obligación primordial del escritor consiste en trabajar,
sin concederse tregua, en, desde, con y sobre la palabra”.
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CUANDO necesito conciliarme con el mundo, quiero
decir, conmigo mismo, con lo cenital y sustancioso, con lo que brota de la
esencia pura de la tierra, escucho la Suite
nº 1 para Violonchello, de Bach.
El 25 de septiembre de 1823, escribe Leopardi en Zibaldone di pensieri: “Superiorità della
natura sulla ragione, dell´assuefazione sulla riflessione”. El párrafo que
completa y ahonda en esta reflexión está cargado de una reticencia que persigue a Leopardi
en buena parte de su obra: la necesidad de entregarse a lo irreflexivo.
Es el miedo de la razón poética que sacude a
todo poeta cuando su palabra comienza a verter significados que no solo remiten
a realidades objetivas para los sentidos, sino que simbolizan realidades
veladas, indescriptibles para los sentidos; cuando comienza la palabra a ser poiesis, creación, únicamente para el reino de la palabra
poética.