TAMBIÉN hoy escribo como un ritual sagrado, un
rito de paso que me hace en la otredad. Vuelvo hoy a escribir en la mañana como
un punto, un cruce individual hacia lo universal, pues ni siquiera esta lengua,
esta forma de comunicación, me pertenece. El que escribe es un servicial amante
de la palabra, de una palabra que él no ha creado, sino de la que se sirve para
expresarse. Por eso la palabra es solo un medio más de expresión, para el
poeta, su axioma, un cauce dado del que tan solo podemos incidir en la
semántica.
El poeta crea un lenguaje del espíritu a través de los significados
nonatos en un mecanismo establecido y fijo, va de lo finito a la busca de lo
infinito, va de lo cerrado a la busca de lo abierto, de lo suyo a lo universal.
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ANIDA, en esas pinturas, una cualidad que se me
antoja poética. Como disciplinas artísticas, la pintura y la poesía han
compartido más de un territorio estético durante sus distintos estadios y
evoluciones. Al ver estas pinturas, casi de soslayo, una facultad poética ha
venido al encuentro para su entendimiento.
Rooms
by the sea, de E. Hopper, propone eso mismo que escribía
anteriormente: una habitación abierta al mar, la cerrada luz de unas paredes
fundidas con la luz abierta del mar, el blanco del blanco, la noche de la
noche.