HAY una veladura que se discierne con la aurora. En la amanecida del sueño y la consciencia, la palabra es fértil conocimiento.
EL silencio es una franja del origen que habita en nosotros.
El poeta está deseoso de vivir ese territorio velado a los ojos y a todos los
sentidos. Como Orfeo, pretende tañer su instrumento, la palabra, pero para ello
deberá impregnarlo de la sustancia musical. Así, si la palabra es verdadera y
pura y musical trascenderá lo vedado y otorgará conocimiento: una cosmogonía;
si es yerma y superficial, caerá en la espiral de los olvidos inmediatos y perpetuos.