DE la lectura de El Quijote el lector sale recuperado para vivir. Es una acción que acendra el espíritu y lo recrea para que vuelva a leer. Esa es la virtud de los clásicos, de las obras que otorgan no solo el efecto y la verbigracia de una escritura y una técnica logradas, sino la limpieza y el bien del espíritu.