LLEVO dos semanas sin conciliar el sueño. E. me ha llevado a la lengua de la noche. He conocido, en esta travesía, el sonido de la aurora perpetrando su presencia; y he escuchado, como de un ciclón, el inefable contenido del cosmos. He respirado, una vez, otra, he vuelto a respirar por dentro, con lentitud, con armonía, y me he dejado desocupado por la aritmética de la noche copiosa de rosas.
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TU resides en silencio y yo te contemplo con el rictus de una efigie. Piedra y noche, la piedra encendida, la ígnea melodía que convoca el ser que nos sustancia.
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Hay unos universales que nos han forjado como hombres. Si la literatura no emana de ellos y a ellos revuelve, será palabra volandera.
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Llamamos esencia a la vértebra que nos erecta hacia la luz.