sábado, 3 de noviembre de 2012

Y es Plotino quien presentaba sus obras a sus contemporáneos como meros comentarios a la obra de Platón. Un escribir la lectura que tanto me ha enseñado y sigue amaestrando, pues Plotino partió de los textos de Platón y, en algunos casos, llevó las palabras de su mentor a territorios e ideas que no se habían enunciado de esa manera con anterioridad.  Una mezcolanza de raciocinio griego y vertiente oriental del pensamiento conjugadas a la perfección en las póstumas Enéadas, que leo en esta tarde tan aciaga.  
No creo en el concepto de superioridad en el mundo de las ideas, de la filosofía, así como tampoco en la ocupación artística. Nadie es superior con respecto al arte pues es difícil delimitar objetivamente qué es y cuál es la dimensión de la obra artística. ¿Con qué medimos la obra poética? 
En mejor decir, podría enunciarse, por ejemplo,  que el arte enlaza el alma al nous y este al Uno de una forma natural. En cualquier caso, es una apreciación subjetiva e individual. Este criterio, tan arduo para la palabra, es lo que propone Plotino para la vida. La negación de todo objeto, incluido el yo, la escalada sucesiva de la experiencia, mediada la inteligencia, hasta rebosar de silencio, contemplación ilimitada en el Uno del que no puede decirse atributo, pero del que la palabra enuncia que es emanación sucesiva, soledad y silencio.

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VUELVE, cada cierto tiempo, unas ansias de fe y de recogimiento. Leo los libros de mi querido Antonio Piñero sobre el cristianismo primitivo y la figura de Jesús como un filológo que trata de encontrar la piedra filosofal de la interpretación recta y originaria. De la filología, lo que más me interesa es el hecho de realizar una lectura lenta, apaciguada, reflexiva, que aúna las distintas empresas que entraban en liza, por ejemplo, en un texto del siglo XVI; esa lectura que advierte las muchas cuestiones que van siendo dejadas a un lado por ignorancia. La filología constata la ignorancia del lector y el lector preciado siempre se sabe un ignorante supino. Decía que de los libros del profesor Piñero me agrada su intento de alejamiento de las doctrinas establecidas dadas sus argumentaciones, pero también su condescendencia con las mismas. La mayoría de las veces se muestra, apesar de ser la autoridad española más relevante, incapaz de explicar este u otro pasaje aun habiendo manejado los textos de Qumran o de haber editado todos los evangelios apócrifos (que pueden leerse con deleite).
Recuerdo entonces y siempre a Nietzsche y sus iniciso como filólogo de lenguas clásicas. Nunca hubiera escrito Nietzsche nada si no hubiera comenzado por la filología, por el noble arte de custodiar los textos con la inteligencia y con la mirada humilde del ignrante, del que se sabe insuficiente para extraer del texto todo lo que este posee. Y la inteligencia, con Plotino, es la primera actuación para acercarnos al Uno.      

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Escucho a Bach y escucho el universo. 

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E., esta mañana, miraba deleitosa por la ventana. Intentaba buscar lo que llamaba su atención: era el arcoriris...vestida de inocencia, la amé como un niño.