LOS paladines de la poesía son siempre falsos, pues no existen paladines para la poesía.
Los incondicionales de los paladines, sea cual sea su defensa del hecho literario, permanecerán siempre en la sombra, pues serán devorados como hijos de Neptuno. Solo es posible lo que Rilke, soledad; solo, lo que san Juan, silencio. Toda obra deberá dirigirse hacia la naturaleza de las cosas, hacia la consolación del mundo con la claridad prematura del misterio y de la maravilla.