SEGUIMOS cerca de la humedad y del pasmo que otorga la marisma. Una luz tamizada penetra entre las hojas venteadas de las plataneras. Acabamos de dialogar sobre varios asuntos cotidianos, pues con M.C., encuentro siempre esas pisadas concretas sobre la tierra que tanto bien me hacen. Podría decir, -y dejar aquí escrito-, que ella ha servido para que mis ojos encuentren los límites necesarios.
Sin más evocaciones, he mirado las ramas del olivo: cómo apuntan y se retuercen amparando un concierto de blancuras y verdáceas hojas. A la sombra del olivo, bajo este olivo solitario, he leído unos versos de Rilke, otros de Leopardi y he comenzado, posteriormente, a escribir tomado por esas sinuosas sombras móviles casi acariciando su grueso tronco. Mi sombra desapareció, confundida acaso, en el letargo de la tarde.
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LA literatura misma es un templarse con, una incursión armónica que se produce en el concierto de las voces ajenas que nos habitan. Cuando esas voces toman nuestra consciencia y nos alejan de nosotros mismos, puede producirse la creación luminosa.
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SCHLEGEL decía: "Imagínate lo finito bajo la forma de lo infinito y pensarán en el hombre". Podría amoldar esta sentencia con ideas personales, pues cambiaría una preposición en ella para que su significado se acogiera mejor a mis convicciones. No creo solo que se piense en el hombre, sino como el hombre.
Ya desde la tradición clásica, el hombre vino a convertirse en la medida de todas las realidades; pero cosa bien distinta es pensar el mundo como hombre. Y, en este desiderio, todavía cabrían muchos matices, pues, ¿qué otra forma de concebir el mundo diferente a la humana conocemos?
Esto es el núcleo central de buena parte de Zibaldone di pensieri, de Leopardi, ¿cómo escapar de lo humano para expresarlo como humano? Porque la realidad, incluso la que creemos ilimitada para nosotros, nos viene por el cedazo de la mortalidad, incluida la poesía. Es por ello por lo el poeta sabe que está fraguando con una materia ancestral y que la palabra debe transgredir la mera expresión de casos sin más trascendencia que la que el hombre quiera otorgarle.
Sin embargo, hay realidades que se han mantenido imperturbables desde la aparición de nuestra especie, temas que han percutido y que insisten con su presencia en nuestro imaginario colectivo. En ellos, y no en frugales bagatelas, debe desarrollar el poeta su conocimiento. Si logrará o no expresarlo, quizás es designio de los astros.
Ya desde la tradición clásica, el hombre vino a convertirse en la medida de todas las realidades; pero cosa bien distinta es pensar el mundo como hombre. Y, en este desiderio, todavía cabrían muchos matices, pues, ¿qué otra forma de concebir el mundo diferente a la humana conocemos?
Esto es el núcleo central de buena parte de Zibaldone di pensieri, de Leopardi, ¿cómo escapar de lo humano para expresarlo como humano? Porque la realidad, incluso la que creemos ilimitada para nosotros, nos viene por el cedazo de la mortalidad, incluida la poesía. Es por ello por lo el poeta sabe que está fraguando con una materia ancestral y que la palabra debe transgredir la mera expresión de casos sin más trascendencia que la que el hombre quiera otorgarle.
Sin embargo, hay realidades que se han mantenido imperturbables desde la aparición de nuestra especie, temas que han percutido y que insisten con su presencia en nuestro imaginario colectivo. En ellos, y no en frugales bagatelas, debe desarrollar el poeta su conocimiento. Si logrará o no expresarlo, quizás es designio de los astros.