martes, 6 de septiembre de 2011


642...ESCRIBIÓ Emily Dickinson un poema que hoy, justo al entrar en casa, cuando creía que todo lo que reposaba en silencio y sin notarse era ajeno a mi vida, este poema lo cargó de razón y confirmó el arranque del mismo: “Expulsarme a mí misma de mí misma/ojalá yo supiera”. En la traducción, Jorge Oliván opta por un a traducción que resalta el valor subjuntivo del contenido poético que procede del texto original: “Had I art”. Ocurre que la vida sorprende con una sintaxis errabunda, repleta de hipérbatos que confunden y agobian al sujeto de marras.
Una vez que entiende uno que la vida se asemeja a un discurso literario, una vez que ha asumido el sujeto que nos vive que su azarosa presencia solo responde a una aritmética irreconocible, podemos adentrarnos en el poema y en la paz de los objetos quietos. Y eso mismo propuso Dickinson en un poema posterior, 1668, que dejo en su versión original: “If I could tell how glad I was/ I should not be so glad-/but when I cannot make the Force,/Nor mould it into Word / I know it is a sign/ that new Dilemma be/ From mathematics further off/ than from Eternity”. Los tres últimos versos son excepcionales, recobran para la poesía la sugerencia y la imprecisión del que pretende decir en lo poético lo exacto que es la contemplación de lo eterno en los objetos mínimos, tantas veces intentado en por los poetas y tan pocas escrito como en este.