martes, 20 de septiembre de 2011


CURIOSA es la actitud de quienes escriben en suplementos o páginas de crítica literaria. Quieren  mostrarse ajenos a las modas, reivindicar el criterio infalible de lo literario, pero, justo cuando van a ejecutar su crítica de turno, se deciden por un autor conocido en la sociedad. Creo que ellos piensan que su crítica será más importante y que tendrá más repercusión. Incluso habrá quien tenga fe en quedar en la Historia de alguna recensio crítica de la literatura reciente.
Sin embargo, los críticos que abordan la lectura de un poeta más o menos consumado no hacen más que repetir lugares comunes, pasajes ya escritos, mixturar lo que se ha convertido en cliché sobre su obra. No atisbo ni una sola línea de alejamiento de lo establecido o de un enjuiciamiento objetivo que, diga, por ejemplo, que este poeta escribió unos libros magníficos hace años  o un solo libro magnífico, pero que el que tenemos entre manos no deja de ser un monumento a la mediocridad que, si no tuviera en la portada el nombre de marras, nadie se hubiera atrevido a criticarlo, excepto uno que es benevolente y se deja llevar por un conato de vanidad e importancia pública.