CURIOSA es la actitud de quienes escriben en suplementos o
páginas de crítica literaria. Quieren
mostrarse ajenos a las modas, reivindicar el criterio infalible de lo
literario, pero, justo cuando van a ejecutar su crítica de turno, se deciden
por un autor conocido en la sociedad. Creo que ellos piensan que su crítica
será más importante y que tendrá más repercusión. Incluso habrá quien tenga fe
en quedar en la Historia de alguna recensio
crítica de la literatura reciente.
Sin embargo, los críticos que abordan la lectura de un poeta
más o menos consumado no hacen más que repetir lugares comunes, pasajes ya
escritos, mixturar lo que se ha convertido en cliché sobre su obra. No atisbo
ni una sola línea de alejamiento de lo establecido o de un enjuiciamiento
objetivo que, diga, por ejemplo, que este poeta escribió unos libros magníficos
hace años o un solo libro magnífico,
pero que el que tenemos entre manos no deja de ser un monumento a la
mediocridad que, si no tuviera en la portada el nombre de marras, nadie se
hubiera atrevido a criticarlo, excepto uno que es benevolente y se deja llevar
por un conato de vanidad e importancia pública.