lunes, 26 de septiembre de 2011


VALIÉNDOME de unas palabras de San Agustín, me atrevo a escribir esta tarde que, para el poeta,  vale más la búsqueda que el descubrimiento.  
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UN estado sin materia ni formas, acomodado en la luz, en las semillas de la luz; un discurso que emana desde el espíritu y que no conoce procedencias; una palabra callada, peregrina de no se sabe qué balbuceo.
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UN reposo silente sobre el alma.
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COMO en el poema de Leopardi, La Ginestra o Il fiore del deserto, la etopeya es evidente: lava calcinada, tramonte, retama, áspera memoria. Tierra que anhela la fértil presencia de la poesía, su fecundación, hombre abandonado por el hombre, humanidad sin anclajes. Es la tierra baldía, pero con el sesgo rítmico y proteico del poeta, es una finitud descrita que no se traslada a la lengua con forcejeos, sino con la naturalidad de lo que se contempla. Es la serenidad de la destrucción, la virtud, en cualquier caso, del poeta templado.   
Como el nudo que se anuncia en el poema, y que forman los astros y la Tierra toda, quisiera ver, en la hora de la muerte, esta claridad que todavía es tan solo búsqueda.
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ESA incesante imprecación del sujeto lírico de la Divina Comedia se mantiene en toda la obra, pero es realmente fascinante en el Paraíso. No ha desfallecido la fidelidad para con la realidad narrada y vertida a la palabra del poeta y eso lo traslada a la conminación recurrente al lector en una ejecución extremadamente moderna de lo literario, como en el Canto X, en la que el poeta vuelve a confabularse para que su contemplación y la del lector de turno sea un sola, para que contemple que ese estado elevado de entendimiento es posible cuando se le da a la caza alcance : “Alza, lector, hacia las altas ruedas/ con la mía tu vista hacia aquel sitio[…]”; y esa sensación de vuelo ayudado por la clarividencia del guía, como antes él mismo había experimentado con Virgilio, es la que nos sobrecoge en versos de este tenor: “ Quédate ahora, lector, sobre tu banco/ meditando en aquello que sugiero, si quieres disfrutar[…]Te lo he mostrado: come tú ahora/ de ello; /[…]esa materia de la que soy escriba” y que provoca que, a cada relectura, la emoción sea más profunda si cabe.