DESDE un vientre de
sueños y de raíces mudas, sortilegio de voces y de auroras vencidas; desde un
centro inspirado, blanco del blanco todo, en la profunda esencia de materia
irradiada, sin nostalgias vertidas donde no existe la vida, sin la luz pronunciada de los hombres que tañen el tiempo en el deseo de armonía, palpo creciente el halo de una música, reptante profundidad en la nada
que habito y que me habita antes de ser sueño o discurso, antes del ser que
pretendo edificar, análoga presencia de lo informe que zumba, belleza natural
sin cadencia de pájaro.
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EL día de ayer, como
fue todo una pérdida, provoca que hoy reaccione leyendo. En cuanto me he
levantado, después de tomar un café espumoso, me he dirijido a los estantes
como el sediento que encuentra un oasis en la soledad.
Recorro los lomos de
los libros con las yemas de los dedos como si fuera un pianista que quiere
sacarle al instrumento la afinación perfecta, que quiere diluirse en el propio
sonido que emite o, como Gould, que quiere ser él mismo libro, palabra,
literatura. Los ojos vivos recorren los colores y los títulos poseídos por la
falta de concreción, pues suelo llegar a
las baldas sin previos tanteos. Llego virgen, observando y leyendo como si
nunca antes lo hubiera hecho. Pero qué pocos autores se van quedando en lo
prioritario, qué panoplia más comedida resulta de la selección. Qué paradoja,
qué oxímoron. En este ejercicio y en cualquier momento en que uno va y compra
un libro, se hace la crítica literaria en este país. Es la más tajante y
verdadera.
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EN la palabra latina res el ser en un espejismo de la cosa