A VECES, sueño con que otorgo al fraseo de la prosa la
cadencia de una melodía de Brahms. Incluso he llegado a escribir ruborizado por
la música de Beethoven o por los nocturnos de Mahler, porque la música del
alemán es un ascenso a la luz.
Cuando eso sucede, cuando compruebo que la música es la
única fórmula que me aleja de la palabra y me ofrece la transparencia y lo
inefable, no puedo más que asentir y entregarme sin músculos ni esferas al ser.
LA imagen en la poesía puede ser un buen comienzo, una aproximación,
en algunos bardos, incluso una singularidad que desarrolle el talento,
pero si esta se convierte en principio
constitutivo, la inconexión, la yuxtaposición del ser que se ofrece, termina
por quebrantarse y quizás por dejar incomunicado el único atisbo de su
presencia.
HAY pocas cosas felices y menos alegres. Escribo esto después
de que, por unos momentos, haya entrado en un alborozo interno porque J.S.M me
envía un documento. Al verlo, se cristaliza en él una suerte de ajenidad. Yo es
otro y el rema de mi sujeto aún no lo conozco, pero, a pesar de esta otredad
primeriza, percibo una huida y presiento lo feliz porque en otros ojos se vio
lo que no me pertenece.
...sol abocetado en la sien de la piedra. Mármol espurio de
cieno y levante. Horcajadas leves ligan el contorno de tu piel sibilina rauda
de halcones.