jueves, 22 de septiembre de 2011


EL primer gozo se cante y sea ciego contemplarla,  que se diga el placer no gozado de lo fenecido. El segundo gozo es de cantar contra la voz más triste y ajena donde existe el amor pero no los amantes; sea el tercer gozo oído y entornado en la espesura de la confusa niebla del bosque, habitante profundo del vacío de los límites; en el cuarto menos claridad, la palabra fuerza su existencia y la virtud del silencio es un auspicio verdadero; quinto y gozado en el espejo, con los sentidos mostrándose sinestésicos; ya en el sexto gozo es la muerte vida pero aun el canto quiere permanecer resistiendo y en el séptimo, en el séptimo gozo de la crudeza, el final gozoso nombrado, que proviene de una tierra, que proviene de una muerte, que solo de un hombre fueron poseídas jamás en sus riquezas.
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 …viendo el no ver y procurando perder lo que nunca poseo.
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HAY una intuición, un presagio, un estado oracular. Luego, un breve encuentro que turba y deja sin sentidos. Solo después, sin haber vivido en su seno, deseamos volver su rostro boca arriba, pero se escapa, desfigurada, la palabra tremebunda que atisbamos.