TODO
esto no es más que un eterno diálogo. Partimos
de las palabras de los demás para acondicionarnos en algunas reflexiones; de
los demás analizamos comportamientos, acciones, decires; de los demás
recordamos los versos memorables y de los demás observamos la cadencia uniforme
de los mares vividos, el perfil soterrado de los vientos profundos, el vuelo
solitario de las aves prohibidas. De los demás sustraemos reflexiones totales y
decimos de ellos lo que realmente somos. Da lo mismo un joven, un ser extravagante.
El ser humano sostiene en un hombre a todos los hombres, permite la conjetura
de la humanidad en tan solo unos pocos.
La
escritura es diálogo latente que percute en los paradigmas fosilizados. Sobre
ellos se produce la danza de la renovación y, en una suerte de intertexto,
creamos de nuevo en lo profundo. Esa reincidencia que no entiende de épocas, es el Arte. Toda la escritura es ahondamiento. De lo
demás, de la naturaleza; podemos conocer lo que nunca seremos, ni aire, ni luz
ni tierra. Esa materia es deseo para los hombres. Anhelo contenido.
La obra magna de la humanidad está construida sobre este
discurso en que se suponen dos logos y dos interlocutores. Por ese motivo, los
Diálogos, de Platón, seguirán siendo la materia definida de lo insuperable.
***
LEYENDO
las conversaciones entre Goethe y Eckermann. Hubiera querido haber asistido a esas charlas, junto a la mesa,
en silencio, con un cuaderno de notas y escribiendo lo que, al final de las
hojas, sería lo más parecido a un retrato del espíritu del hombre.
***
Y cuanto más piensa uno estar en
lo cierto, más nos desdice la naturaleza.