PIENSO que el hombre
moderno ha caído en una espiral irresoluble de vanidad. Esta actitud lo inunda
todo en nuestras vidas en una suerte de pandemia. Tal es así que una de las
mayores aspiraciones de los ciudadanos es ascender en su trabajo y mostrar ante
todos sus logros, sea cual sea el trabajo de marras.
Da la casualidad, una
casualidad causal, que los mediocres van tomando el poder y, desde la
mediocridad, es imposible que uno vaya tomando notas y aprendiendo nada. Antes
al contrario, termina sometido a un absurdo que no le pertenece y que tendrá
que exorcizar en algún momento de su vida, o a diario, con su voluntad e
inteligencia. Miren, miren, bájense del carrusel, observen a su alrededor y podrán comprobar lo
que escribo.