A VECES, la literatura es tan
irónica. Hoy, por ejemplo, leo el prólogo de La Celestina y me encuentro con dos referencias que, en mi juicio,
son fundamentales. Una, referida a Heráclito; la otra, una palabras de Petrarca, en el prefacio de De remediis, que venían a corroborar,
según el juicio del escriba de este prólogo, la idea heraclitiana. ¡Cómo pude
olvidar estas palabras! De Heráclito
recoge aquel pensamiento que dicta así: “Omnia secundum litem fiunt”, esto es, nacen las cosas en contienda, en batalla; son
creadas de la fuerza de los contrarios.
Después de
este ejercicio de reconciliación y de puesta a la luz de la ignorancia y la
desmemoria, sí recuerdo las páginas que he estado leyendo del poeta Antonio
Colinas en que, precisamente, escribe sobre este asunto: la creación supone un
concierto de materiales y esencias diversas que, al unísono, debe tañer el
escritor o poeta con verdadero arte, con el sueño de Orfeo. Qué difícil que esa concordancia termine
armonizada, perfectamente integrada en Todo que es Uno, en un Uno que es un Todo.
La técnica no es, como afirman algunos, la capacidad de construir, sino de
armonizar los contrarios que fecundan cada creación. Por eso, cuando escucho
que este o aquel poeta es un excelente constructor, ya sé que es un excelente
creador de nada.
***
REVISO las páginas del diario y
compruebo que, de un tiempo a esta parte, solo escribo sobre poesía. Pero,
¿habrá otro tema con más calado que este, que sea más omnímodo que la palabra
poética?