martes, 29 de noviembre de 2011


A VECES, la literatura es tan irónica. Hoy, por ejemplo, leo el prólogo de La Celestina y me encuentro con dos referencias que, en mi juicio, son fundamentales. Una, referida a Heráclito; la otra, una palabras de  Petrarca, en el prefacio de De remediis, que venían a corroborar, según el juicio del escriba de este prólogo, la idea heraclitiana. ¡Cómo pude olvidar estas palabras!  De Heráclito recoge aquel pensamiento que dicta así: “Omnia secundum litem fiunt”, esto es,  nacen las cosas en contienda, en batalla; son creadas de la fuerza de los contrarios. 
Después de este ejercicio de reconciliación y de puesta a la luz de la ignorancia y la desmemoria, sí recuerdo las páginas que he estado leyendo del poeta Antonio Colinas en que, precisamente, escribe sobre este asunto: la creación supone un concierto de materiales y esencias diversas que, al unísono, debe tañer el escritor o poeta con verdadero arte, con el sueño de Orfeo. Qué difícil que esa concordancia termine armonizada, perfectamente integrada en Todo que es Uno, en un Uno que es un Todo. 
La técnica no es, como afirman algunos, la capacidad de construir, sino de armonizar los contrarios que fecundan cada creación. Por eso, cuando escucho que este o aquel poeta es un excelente constructor, ya sé que es un excelente creador de nada.

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REVISO las páginas del diario y compruebo que, de un tiempo a esta parte, solo escribo sobre poesía. Pero, ¿habrá otro tema con más calado que este, que sea más omnímodo que la palabra poética?