AHORA, con E. entre nosotros, he comenzado a revisar algunos textos que mantenía en transformación. Prosas y poemas que habían quedado, durante unas semanas, al desaire de mis ocupaciones. Cuando he vuelto a ellos, he mirado el cuerpo quieto de E., pero, he querido ir más allá y he pensado que E. enjuiciaba, pasados los años, aquellos escritos. Fue, justo en ese instante de consciencia vivida, cuando advertí la minúscula y paupérrima dimensión de lo que uno escribe. Gracias E. en el futuro y en el presente por enseñarme la esencia.