RECIBO, con unas palabras desde
el cariño, el último libro de poemas de Ángel García López, Posdata, (Visor, 2012). Lo leo, desde el
primer verso hasta el último, con la certeza y la luminosidad. Sin duda alguna,
sin concesiones. Recibo, de un tiempo a esta parte, sus escritos a mano y cuando llegan lo hacen con una música que extraño verdadera. La última vez que
pude coincidir con él fue en Sanlúcar, para la presentación de un libro que
reúne varios artículos, ensayos y semblanzas sobre su obra en el que participé
con un artículo titulado “La voz nutricia de Ángel García López”; el volumen se
titula La poesía de Ángel García López (Visor, 2011) y lo coordina el profesor
y amigo José Jurado Morales.
He leído cargado de emoción estos
versos que pertenecen al poema que abre el volumen. He recordado las horas de
lecturas, el encuentro en Cádiz y a Emilia, la canción. Hay un tono elegíaco y
desmedido, de plena objetivación del ser. El yo lírico se sabe otro, otredad de
sí mismo.
“Pensando en este libro vi tus ojos
y un extraño país justo en tu boca.
Me mirabas sin verme. ¿Me recuerdas?
[…]
Venías
caminando hasta el libro, lustral bella
de palabras y música, distinta
a como siempre te encontré en mi labio,
urgiéndole al papel un sitio limpio
para hacerte canción, sílaba pura”.
***
E. se mantiene inquieta en su sueño de agua. Su inquietud
nos provoca un estallido de nubes. Miramos los contornos de su danza y con la
música y el abismo nos quedamos mudos.
***
HAY una levedad consignada en tus labios,
una ráfaga gris impregnando tu boca
y una estación de luz prendida en los contornos
de los vastos jardines que contienen tu nombre…