CITATI nos advierte de una cuestión fundamental para comprender los poemas de Leopardi. La tesis del estudioso italiano puede uno advertirla a poco que lea Zibaldone, pues la reflexión sobre el infinito y la capacidad de aprehender del hombre ese infinito es un continuo en las páginas del libro de marras. Leopardi escribió en Zibaldone: "La mente humana no puede aprehender el infinito". Ante esta propuesta del escritor italiano, Citati admite que "el intento de Leopardi era un envite desesperado, el ensayo de pensar algo que en rigor es impensable". Recuerda con emoción un pensamiento de Pascal: "le silence éternel de ces espaces infinis m´effraye". Y con ese silencio y ese espanto leo a Baudelaire y a Leopardi.
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BELLEZA y espanto es la poesía de Baudelaire. He encontrado en Les phares el sustento necesario para articular una sección del libro de poemas en que trabajo. Sucedió como en un paseo en que, de pronto, uno intuye que, aunque haya paseado tantas veces por un mismo lugar, esa tarde existe una inclinación de la luz prodigiosa, que emite un símbolo único, que penetra por de dentro y reafirma.
Después de anotar lo necesario del poema y de leerlo con detenimiento, me dispongo a releer el poema titulado "Élévation". El comienzo del mismo comparte la cosmovisión con los versos de Don de la ebriedad, de Claudio Rodríguez; escribe el poeta francés: "por encima de estanques, por encima de valles [...]. De principio, la materia poética escapa a los parámetros sensitivos y se incardina en otra realidad apenas intuida, pero deseada y necesaria para poder completar el entendimiento de lo más cercano.
Es lo que le sucede a Leopardi en "El Infinito". Situado en un cerro identificable, cerca de unos árboles, en un cerro perfectamente visible, comienza un naufragio gozoso con el pensamiento. Estamos ante una indagación vertical, en soledad, ante una exploración de las profundidades del alma.
Baudelaire dirá "surcar alegremente la inmensidad profunda"; Leopardi "naufraga" y ello le es dulce. Estamos ante la duda gozosa, ante la turbación dulcificada que se sabe impotente.
Sin duda, la lectura ofrece una serie de paralelismos que sorprende a poco que uno estudia y relee con parsimonia. ¿Qué ocurre al final de poema de Baudelaire si no una conclusión muy cercana a la que ofrece Leopardi? El poeta francés desea entender sin esfuerzo "la lengua de la flores y de las cosas mudas"; justo lo que Leopardi percibe en el ramaje que susurra al contacto con el viento: "sobrehumanos silencios, hondísimas quietudes".