sábado, 28 de enero de 2012

ACOMPAÑADO por el filólogo L.A.C , terminé comprando, en la librería de viejo Los Terceros, Cuestiones naturales, de Séneca. Me los arrojó a los brazos, los dos volúmenes, de Alma Mater,("toma, chico"), como quien deja algo fundamental en las manos de otro. Junto a él pude ver una preciosa edición, deslavazada, de una obra de Fernández Flórez titulada El bosque animado, una obra bien conocida a la que muchos le rinden pleitesías. Hasta hoy por la tarde no he podido abrir con tranquilidad el libro de Séneca y no ha sido en uno de esos momentos en que el lector cree que encontrará el justo y plácido  tiempo de la lectura, sino que lo hice al mismo tiempo en que hojeaba el libro de Stefan Zweig Los ojos del hermano eterno, libro que me había recomendado Pablo D´ors.   

Decía que Séneca me llegó por imposición, pero, ahora que lo leo con deleite, bendigo el momento en que L.A.C casi me conminó a que lo comprara.  Mientras le consultaba por este y aquel volumen,  A.F. y J.M.B. rastreaban por los estantes, sacando, de vez en cuando, un volumen de su sueño de fauno y glosando el anecdotario que arrastra el libro de marras. 
Claro está que, después de una visita a una librería, el lector se queda sosegado, pues pasa de la agudización de sus instintos bibliófilos a la pausada lectura de los pocos libros que ha rescatado de aquellas baldas de lance. Aquí, los libros encuentran otro acomodo, otro sometimiento, un orden distinto.
Séneca, en la mesa del salón, ya ha comenzado su discurso: "Tanta distancia media, Lucilio, mi mejor amigo, entre la filosofía y el resto de las ciencias". "Quantum inter philosophiam interest, Lucili uirorum optime, ...comienzo a leer en voz alta, como poseído, transformando en lo que fue nunca intuido.


*** 
RELEO los poemas. Corrijo, vuelvo a leer y a corregir. Leo, corrijo. Leo, releo. Corrijo. Corrijo...