martes, 17 de enero de 2012


EL sábado, a la ópera. Escucharemos Rigoletto, de Verdi. Ya nos embarga el prodigio. Será el primer concierto al que vayamos los tres.    
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QUÉ insuficiencia y qué desarraigo de lo puro; qué finitud y qué inconsciencia. ¿No serán las artes, todas, al unísono, complementarias, secuencias de una dimensión inadvertida, armónica, concertada? Y la música…