EN la mañana escribe con la mesura que no otorga la noche. Ni superior ni más compleja, únicamente estancia.
La consciencia se encuentra todavía sin
invasiones semánticas y está como desnuda. Espera a tañer su discurso con su cuerpo rodado, con su llama encendida en la consciencia.
Sin
embargo, qué efímera su presencia y su paso. ¡Claridad de la encina entre la
aurora!
Lo que se presentía como fusión del hombre entregado a la palabra y queda solo en aleteo, en clamor de caída hacia el silencio.