DESDE la mañana, el día ha tenido
ese halo de fantasía que otorga lo inesperado. Nunca había previsto tener la
posibilidad de agrupar unas prosas, al menos, unas nota sueltas de diario en un
libro de papel. Se confirmó esta mañana cuando JSM me puso el libro entre mis
gruesos dedos como si fuera un pajarillo acorralado que necesita de ese calor
maniatado. Lo contemplé por unos instantes y solo pude emitir
palabras de agradecimiento y empatía. Cuando he llegado a casa, M.C. se ha
emocionado con más vehemencia que yo, cosa habitual, por otra parte. Se ha
manifestado con un entusiasmo que nunca antes había visto en ella. Los dos,
tumbados en los sillones del salón, hemos recorrido algunos recovecos de sus
páginas; M.C. leyendo algunos pasajes, yo, recluido en la vergüenza y la
contemplación del fracaso.
***
EN la librería me hice con varios volúmenes. Por ejemplo,
compré Los jeroglíficos de Sir Thomas Browne, de Roberto Calasso. Solo el
comienzo y la evocación de la figura de Browne son memorables. Un reencuentro
con un autor que, en los últimos días, ha vuelto a situarse en alguna casilla
del tablero.
Sé que el poeta JAV no posee un
grupo de devocionarios notorio, máxime si su mayor defensor es el novelista JG,
quien no se granjea amigos desde antiguo. Sin embargo, siempre he pensado que
algunos poemas de JAV son extraordinarios y que su capacidad crítica y erudita
no le va a la zaga. En Diario íntimo
(1959-2000), el autor demuestra, al menos, un interés por la literatura y el
conocimiento poco habitual entre quienes lo critican con argumentos lábiles.
Pocos han leído a Baudelaire y a TS Eliot como él y eso, que era antes
intuición, se confirma en el arranque de este nuevo libro. La concisión, la
claridad de preferencias y la recurrente reformulación del concepto de
literatura son dignos de mención.
Por otra parte, sus reflexiones sobre la
poesía, la mística y algunos poetas como San Juan se me antojan sobresalientes,
porque la profundidad y la inteligencia con que son tratadas son poco
habituales entre tanto poeta de medio pelo. A ello se suma una lectura
constante de los estudios lingüísticos y literarios que tan necesarios son para
entender la materia, el magma con que construye el poeta. No me extraña que
algunos eruditos de moda quieran mofarse de estas páginas hondas y
clarividentes, nunca llegarán a entender afirmaciones de este tipo: “No solo el
silencio que entra como elemento de composición en la música, sino –y acaso
sobre todo- el silencio que rodea a la música”.
La compra se completó con un
libro de Samuel Taylor Coleridge, Biographia
literaria del que daré noticas de lectura en este diario.