LA
poesía puede encontrar diversas formas de existencia, de manifestación, de aparición o de desvelo. Como
afirmaba Aristóteles, la verdad puede encontrar diferentes formas de
representación, cauces que no se invalidan unos a otros, sino que se complementan. Desde estos principios, alejados ya de la mímesis fehaciente,
me acerco a la reflexión en que el poeta tiene que decidir entre diversas
opciones lingüísticas y formales para querer decir de la manera más pura y
justa. ¿Con cuál de ellas estará conteniendo más verdad; cuál de ellas posee
más porcentaje de lo que nombra?
Así las
cosas, he comenzado a escribir en el “Cuaderno de Leonardo” algunos versos
sueltos, estrofas, apuntes e intentonas varias. Es extraño, pero no he tenido nunca esta sensación de estar
justamente en una bifurcación de mi palabra, en un magma encendido en la noche
de la que no conozco su figura.
Sin una opción
evidente, tanteo con todas las formas posibles de expresión, pues los temas son
inmutables y constantes como la naturaleza humana. Y me pregunto, al término de
esta nota, si al final la poesía terminará por olvidarse de las figuraciones de
lo real y de mí mismo y querrá encontrar, con Leonardo, la medida profunda de lo bello creado.
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EN los
años de 1976 y de 1977 puede el lector encontrar algunas perlas en Diario anónimo, de JAV. Anoto unas
palabras del mes de marzo: “La poesía está hecha de una contemplación sin
término de lo real y sus figuraciones”. Para
ello, se vale el poeta de una imagen de Miguel de Molinos: “cuando el fuego
compenetra y enrojece el hierro, de modo que éste parece ser sólo fuego.”
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TRATARÉ que el “Cuaderno de Leonardo” se aleje de las
órficas y que encuentre, en su seno, el modo en que el fuego se compenetra con
el hierro y parezca todo natural, que brota justo, verdadero, exacta levedad perenne. Muere la belleza en tus ojos con tu muerte, mas es perenne la palabra en la noche.