martes, 25 de octubre de 2011


LA poesía puede encontrar diversas formas de existencia, de manifestación, de aparición o de desvelo. Como afirmaba Aristóteles, la verdad puede encontrar diferentes formas de representación, cauces que no se invalidan unos a otros, sino que se complementan. Desde estos principios, alejados ya de la mímesis fehaciente, me acerco a la reflexión en que el poeta tiene que decidir entre diversas opciones lingüísticas y formales para querer decir de la manera más pura y justa. ¿Con cuál de ellas estará conteniendo más verdad; cuál de ellas posee más porcentaje de lo que nombra?
Así las cosas, he comenzado a escribir en el “Cuaderno de Leonardo” algunos versos sueltos, estrofas, apuntes e intentonas varias. Es extraño, pero  no he tenido nunca esta sensación de estar justamente en una bifurcación de mi palabra, en un magma encendido en la noche de la que no conozco su figura.  
Sin una opción evidente, tanteo con todas las formas posibles de expresión, pues los temas son inmutables y constantes como la naturaleza humana. Y me pregunto, al término de esta nota, si al final la poesía terminará por olvidarse de las figuraciones de lo real y de mí mismo y querrá encontrar, con Leonardo, la medida profunda de lo bello creado. 
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EN los años de 1976 y de 1977 puede el lector encontrar algunas perlas en Diario anónimo, de JAV. Anoto unas palabras del mes de marzo: “La poesía está hecha de una contemplación sin término de lo real y sus figuraciones”. Para ello, se vale el poeta de una imagen de Miguel de Molinos: “cuando el fuego compenetra y enrojece el hierro, de modo que éste parece ser sólo fuego.”

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TRATARÉ  que el “Cuaderno de Leonardo” se aleje de las órficas y que encuentre, en su seno, el modo en que el fuego se compenetra con el hierro y parezca todo natural, que brota justo, verdadero, exacta levedad perenne.  Muere la belleza en tus ojos con tu muerte, mas es perenne la palabra en la noche.