Puede uno espigar entre
sus páginas decisiones personales, reflexiones o apuntes que se dirigen siempre
a lo esencial, no a la proclama idealista. No se esconden en estas páginas un
intelectual sediciente que pretende conminar a los lectores a que escojan su
opción de vida. Nada más lejos, Tólstoi va argumentando con su propia vida y en eso se
parece a otro autor admirado que es Montaigne. Escribe el autor ruso: “El
convencimiento de que el conocimiento de la verdad solo se podía encontrar en
la vida me llevó a dudar de si mi modo de vivir era el correcto”. Es esta una
apología de lo que Santo Tomás pretendía para la religión y de lo que
Aristóteles confería para el conocimiento tautológico de lo que se esconde a
nuestro entendimiento, esto es, partir de la realidad para establecer conclusiones. Fue Galdós la pluma española quien, después de Cervantes, conmovió con su escritura precisamente porque aplicaba el verbo como un escalpelo que la levantaba y la instauraba. ese es el prodigio cervantino de la novela que ha desaparecido en la narrativa presente, la sublime manera de partir de lo que hay para llegar a preocupaciones que han atravesado las épocas de la Historia.
Es así, además, como podrían
llamarse todos los diarios, “Modos de vida”. Porque una vida es plural y sufre
los virajes que los convencimientos van apuntalando, pero, como decía mi
admirado Jules Renard, “un mal estilo es un pensamiento errante”. En cualquier
caso, esta obra de cámara de Tólstoi irrumpe en cualquier prejuicio
demoliéndolo, penetra en lo telúrico del entendimiento y renueva, eso sí, el
modo de vida que deberíamos llevar para logar ser nosotros mismos la materia
del universo.
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ACABA de publicar La
Isla de Siltolá una espléndida antología de Francisco Bejarano titulada Un juego peligroso (1977-2002). Uno, que vive en Jerez, tuvo la posibilidad de hacerse
con las primeras ediciones de los libros del poeta jerezano que, desde hace años,
parece desaparecido del mundo de los cenáculos y las sociedades literarias. Su
verso es proteico y romántico, de cadencia melodiosa, pero embadurnada de una
profundidad poco habitual. Si bien sus temas redundan sobre la infancia y, en
general, toma la memoria como el eje vertebrador de su poesía, sus versos
alcanzan mucho más, ya que apuntan de continuo a la esencia del discurso
poético. Todo ello con el deleite de una ejecución impecable de donde uno puede
aprender cómo se construye y escribe.
En definitiva, un
magnífico libro con el que uno no duda de la existencia de la poesía en sus
páginas, cosa digna de mención dado el páramo al que asistimos en este tiempo
de poetas perdidos. En algunos versos me ha recordado lo que vengo escribiendo
sobre Tólstoi: “Busca apoyo en lo eterno que lo efímero tiene./ Lo hermoso es
el camino de la sabiduría”.
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MUCHOS libros encima de la mesa. Demasiada vida proyectada.
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A VECES, algunos poetas
definen a este o a aquel poeta de pasada, incluso sin haberlos leídos. Por
ejemplo, dicen desde antiguo que el poeta J.A.V. no es nada, que lo único que lo
movía era su vanidad. Lo mismo sucede con su compañero A.S.R., de quien leo sus
poesías completas y del que puedo decir que ha escrito poemas tremendos. Estos
mismos son los que no han leído a A.C. y los que defienden, por encima de
cualquier caso, a M.D, de quien ni un
solo poema dejaría en un numerus o cursus para la posteridad.