LLEVO
unas semanas leyendo y estudiando la lírica tradicional hispánica. De entre
tanta conjetura, me quedo con una reflexión: desde los trovadores, la poesía ha
venido debatiéndose entre el juego formal y la profundidad conceptual. Claro
que solo los que han alcanzado la armonía entre estas dos facetas han
traspasado la sentencia del tiempo y han legado una ejecución validada para
cualquier época. Una época literaria es, por tanto, una estación de la que debemos perpetuar lo eterno aunando lo novedoso. Discernir lo nuevo es tarea del intelecto.
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ALGO
parecido a las estaciones del entendimiento de los sufís, a las etapas y
escalas de conocimiento. Una respiración que inspire, desde lo profundo y
fundamental la llegada individual a lo que no podrá definirse.
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CITA J.A.V,
en su Diario anónimo, unas palabras
de Wittgenstein: “Todo ocurre en el lenguaje”. Me gustará glosarlas, pues, si es cierto que todo
ocurre en el lenguaje, lo es pir
que lo fundamental siempre le es inalcanzable.