martes, 11 de octubre de 2011


LLEVO unas semanas leyendo y estudiando la lírica tradicional hispánica. De entre tanta conjetura, me quedo con una reflexión: desde los trovadores, la poesía ha venido debatiéndose entre el juego formal y la profundidad conceptual. Claro que solo los que han alcanzado la armonía entre estas dos facetas han traspasado la sentencia del tiempo y han legado una ejecución validada para cualquier época. Una época literaria es, por tanto, una estación de la que debemos perpetuar lo eterno aunando lo novedoso. Discernir lo nuevo es tarea del intelecto. 
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ALGO parecido a las estaciones del entendimiento de los sufís, a las etapas y escalas de conocimiento. Una respiración que inspire, desde lo profundo y fundamental la llegada individual a lo que no podrá definirse.
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CITA J.A.V, en su Diario anónimo, unas palabras de Wittgenstein: “Todo ocurre en el lenguaje”. Me gustará glosarlas, pues, si es cierto que todo ocurre en el lenguaje, lo es  pir
 que  lo fundamental siempre le es inalcanzable.