lunes, 16 de abril de 2012


A.MACHADO encontró en Bergson un nuevo método de conocimiento: era el intuicionismo. JRJ lo hizo explícito en y con  Espacio. Un método que no poseía ninguna de las condiciones que se espera de un método racional o positivista. Machado comprendió, con los simbolistas, que la realidad es una cifra de otro mundo, de otra realidad que es a la que la poesía, como manifestación de lo humano, debe aspirar.

Creo con convicción que los autores de la Generación del 27 ayudaron al desprestigio del concepto romántico de la creación por la falta de profundidad en sus lecturas, estudios e inquietudes. Cernuda se acercó a Hölderlin, pero equivocó ese legado en sus poemas; Salinas, Guillén o Altolaguirre hicieron tanteos superficiales. Solo JRJ, todo él, supo proseguir con esa corriente infinita a la que, cada vez, me apego más en la búsqueda originaria de no sé qué materia y sustancia. Si bien los de la Generación del 27 o del 25 o de las vanguardias remozaron una vertiente de la poesía, para la poesía posterior, con acierto y magnitud, en ese punto fueron un filtro negativo.  

Todo es un viaje vertical hacia el centro del centro, hacia uno mismo, hacia donde uno no se ha encontrado todavía y solo puede descender en solitario, sin ayuda de nadie y sin nadie que lo observe; como Orfeo, la mirada se convierte en la impostura.  De ese descenso circular, si el ser que habita es poeta, lograrás la palabra encendida e inequívoca, pero si no logras el desgarro interno y vivido, solo serás reflejo, sombra pasajera sin figura. Por este motivo, la poesía se muestra con mucha claridad y es precisamente esa claridad la que ciega a la mayoría, la que provoca la confusión, pues no se debe mirar con los ojos, desde el exterior, sino desde los ojos velados que poseemos por dentro, con los ojos que consienten la grandeza y no entienden de límites ni de prebendas ni de exaltaciones ególatras, sino de la fraternidad de la poesía.