[…]no se halla entre las cosas
Como les sucedió a los filósofos alemanes, el poeta debe convertirse, para leer con virtud, en un hermeneuta de la palabra poética. Esa reflexión me ha llevado, estas semanas, a leer lo que pensaba que ya estaba leído. Repudio esos comentarios que siempre afirman sus lecturas como si las lecturas quedaran establecidas de una vez y por siempre, cuando la condición de la palabra es la transformación y la del lector, la relectura.
[…] “vida y labor propias”
Vivir y crear o, en mejor decir, vivir creando. La realidad nombrada va siendo cambiante a medida que el lector va vivificándola. No cambian los verbos, los sustantivos, pero sí el lector ajeno que los interpreta. El mensaje mantiene su disposición, el lector altera su entendimiento. Hace años, cuando leía a Claudio Rodríguez, destacaba el tono salmódico que todavía me provoca una explosión de bienestar y satisfacción con su lectura. Sin embargo, leyendo con lápiz y papel, escribiendo en los márgenes de los versos, comienzo a escribir la lectura de algunos versos de Don de la ebriedad. Quizás, con el tiempo, cambie de parecer, pero en este libro está el poeta como en ningún otro.
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LA palabra poética se armoniza con proporciones de duración, que es el ritmo, a diferencia de la prosa que, aunque consienta proporciones similares, su ritmo poético es de significados. La poesía es una proporción armonizada que dura lo que la música, pero que, al encontrar en la palabra una forma, se distancia. Así, entiendo que lo poético es una categoría más cercana a la música, que convive con ella y la complementa, pues lo poético está presente en la música.
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¿QUÉ se encierra en este verso de Petrarca: “che quanto piace al mondo è breve sogno”?