martes, 10 de abril de 2012


E. no deja dormir a M.C. y, casi sin quererlo, termina por despertarme. La noto, siento su pequeño cuerpo al trasluz de mis manos cuando abrigo la piel que la esconde. E. provoca que tenga que levantarme de la cama y no hacer otra cosa que leer, aunque sea de madrugada. De pronto, JRJ.     
La mañana se la entrego a JRJ; él me otorga el gozo de leer y de vivir. Su grandeza nos abruma, pero es plenitud de la lectura unas líneas esclarecedoras. El 24 de abril de 1953: “Lo eterno no se puede medir por el momento humano”. Y, el 28 de abril, dictó: “Todos los grandes poetas han tocado todo. El Romanticismo ha existido en todas las épocas”. 

Admirado, compruebo que lo poético, -que comenzaba a intuir y atisbar con demasiada torpeza-, encarna una realidad de la poesía y que M. Z. estaba explicando, con Vita Nuova, de Dante, esto mismo que el poeta explica con rotundidad: “ Poesía es todo. El problema es prosa y verso”.  No puede uno, por tanto, al tener consciencia de la naturaleza de lo poético, entregar su palabra a la mera expresión de acontecimientos o al superficial discurso de la egolatría. 
Cuántos cuadernos sobran por ser mudos y no poseer un ser que los anime, cuántos poetas podríamos podar sin miedo al exceso, cuántos versos y recitadores formarán parte del olvido necesario. Aunque, es cierto, que es la poesía misma la que se encarga de encontrarse con los poetas. Los poetas no ejercen su voluntad con la poesía, es ella la que los escoge.