sábado, 21 de abril de 2012

RECOJO los cuadernos que se amontonan abandonados, Cuaderno del caminante, Clara fontana, Cuaderno de Leonardo, Cuatro espacios con cruz quebrada  y algunos folios y noticias sueltas que había dejado dentro de algunas páginas de estos cuadernos. Los ordeno sin criterio alguno, movido por una suerte de azarosa razón que nada me importa. Leo pasajes escritos hace ya  cinco años; algunos están escritos en París, otros, en Londres; una buena parte en Italia y en todos, líneas y anotaciones escritas en el Sur.
Hay en ellos alguien que los escribía y que ahora no reconozco. Esa constatación de la otredad  no significa que uno renuncie o traicione lo que escribió o lo que pensaba, tan solo que, con el tiempo, la escritura va mostrando una figuración, provoca una mera sugestión de aquel que urdió unas líneas y que nada tiene de lo que vamos siendo y de lo que nunca seremos consciente que fuimos.