RECOJO los cuadernos que se
amontonan abandonados, Cuaderno del
caminante, Clara fontana, Cuaderno de Leonardo, Cuatro espacios con cruz quebrada y algunos folios y noticias sueltas que había
dejado dentro de algunas páginas de estos cuadernos. Los ordeno sin criterio
alguno, movido por una suerte de azarosa razón que nada me importa. Leo pasajes
escritos hace ya cinco años; algunos están escritos en París, otros, en Londres;
una buena parte en Italia y en todos, líneas y anotaciones escritas en el Sur.
Hay en ellos alguien que los escribía y que ahora no
reconozco. Esa constatación de la otredad no significa que uno renuncie o traicione lo
que escribió o lo que pensaba, tan solo que, con el tiempo, la escritura va
mostrando una figuración, provoca una mera sugestión de aquel que urdió unas líneas y
que nada tiene de lo que vamos siendo y de lo que nunca seremos consciente que fuimos.