TOMO notas de las lecturas; acopio impresiones; escucho los acordes líricos de Schubert, sin embargo, me siento desnudo y absurdo. Absurdo significa, desde su étimo romano, sonido falso, esto es, el que deja de escuchar lo verdadero, el que ensordece al no escuchar la armonía del cosmos. Sordo y triste, como una rama perdida entre las encinas, amontono frases que nadie vendrá a reclamarlas, pues nadie sabrá de su existencia. Serán ocultas estaciones.
Algo parecido le sucede a la poesía: debe contener una música. Esa música debe ser descifrada por el lector para que pueda comprender la creación. Así, a la ceguera que proviene de la claridad, considero que el lector queda sordo ante el discurso concertado y verdadero de la poesía. Eso es, una sordera y una ceguera que, si se comprenden y razonan desde lo luminoso, pueden hacer que escuchemos los sones perdidos de la aurora, la ínclita voluntad de los árboles en la tierra.