CON la escritura de un diario, un
hombre va trazando, aun sin advertirlo, los hechos inconexos de una vida. Al tiempo,
los lee como si hubiera existido una trama que los hubiera ido trenzando. Cuando
el señor comienza a leer, al cabo del tiempo, todos los escritos, como si hubiera una
relación entre ellos, como si hubiera sido su propia vida la que ha urdido la
composición de esas palabras, descubre que todo lo que imaginó que estaba
escribiendo sobre su vida, no le pertenece y que tan solo cuando se ha
convertido en lector ha comprendido la soledad que lo acompaña.