[…] “eternamente, hacia lo incierto”.
Es el último verso de “Canto del destino de Hiperión”, de
Hölderlin. Leo y releo. Anoto en los márgenes del cuaderno algunas impresiones;
pienso en la traducción, en concreto en la preposición “hacia” y en la
conjunción perfecta entre adverbio, preposición y adjetivo sustantivado, la cualidad convertida en concepto. En
griego, alétheia, tal y como lo resemantizó Heidegger, no significa lo evidente, significa “desvelar la verdad”, un
desocultamiento. En este verso de Hölderlin sucede, precisamente, ese desvelo, tanto en sus formas poéticas como en su sentido poético. “Eterno, hacia,
incierto”, pivota el verso en movimientos articulados por el uso de la coma de
forma magistral, pues convierte un elemento y otro en sinónimos. Existir
eternamente es, por tanto, existir hacia lo incierto. Esa es la orientación de
la palabra poética que desvela, que se hace nutricia, poiesis, fecunda reflexión de la realidad.
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EN el cuaderno de notas que
inicié en junio de 2010, escribí unas líneas sobre una idea que todavía hoy
sigue azuzando mi consciencia: “La consolación antigua, consolatio. Esta forma de conducir el entendimiento de lo que somos
ocurre el encuentro entre la razón y el dolor. La consolación entiende, como
Tales, que la tierra, esta roca, no
puede ser únicamente nuestro hogar: pertenecemos al universo. Es por eso por lo que la emoción del infinito puede ser expresada y sentida y puede expresarse
incluso cuando no se siente. Ante la imposibilidad de comprender lo que se no
se muestra ni desvela, el poeta necesita sobrevivir, subsistir en la sabiduría
que interpreta la realidad con preguntas, en un eterno diálogo a la manera
platónica. El poema es un intento sublime de relatar el encuentro entre la
razón y el dolor de ser mortal”.
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NUESTRO hogar es el universo, no
la roca llamada tierra. Hay que observar el cosmos, como lo hicieron los
presocráticos: colmados de verdad. Es el contacto con el origen del cosmos, la
búsqueda del centro originario, que es el nuestro mismo.
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TENGO que aprender no a buscar respuestas, sino a formular
las preguntas adecuadas.
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LOGRO leer unas líneas socarronas
e irónicas de Leopardi escritas el 16 de septiembre de 1832, en Florencia que
otorgan un tono sarcástico a los párrafos anteriores, tan abigarrados y
rotundos: “Due verità gli uomni generalmente non crederanno mai: l´una di non
saper nulla, l´altra di non esser nulla. Aggiungi la terza, che ha molta
dipendenza dalla seconda: di non aver nulla a sperare dopo la norte”.