LEOPARDI, en Zibaldone,
es intrincado, confuso, elíptico, hermético, pero en este libro demuestra lo
que JRJ o Goethe, su Obra es inmensidad inabarcable y, en cualquiera de sus
páginas, encuentra uno una mina en la que puede excavar hasta la extenuación.
Son hombres que quizás perdieron la consciencia de la dimensión de sus obras. Pasajes, fragmentos, párrafos referidos a las lecturas, las ideas más
controvertidas y personales, como Paul Valèry en sus Cahiers, la Obra establece un cauce dorado de reflejos infinitos.
Puede uno, además, ver reflejados, en esas aguas cristalinas, distintos autores o pensadores en las palabras del italiano. Por
ejemplo, hoy abro de nuevo Zibaldone
y compruebo que en él anida lo que Bécquer entendía como "duermevela" o estado de evocación que solo el poeta puede poner en funcionamiento. Escucho a
Bécquer como ayer había escuchado a Goethe en Leopardi y como ayer pude
entender por qué el poema titulado "El infinito" comienza con una contemplación
muy determinada.
Puede que todo esto no sea más que aproximaciones
momentáneas, jugueteos que se desmayarán pasados los días, pero la experiencia
es grata y reconfortante, tanto como asomarse a un abismo que apenas intuíamos.
Con M. comento las palabras escogidas, las elipsis, y ella me ayuda a componer
el párrafo que traduce estas palabras: “Più volte m´è accaduto di
addormentarmi con alcuni versi o parole in bocca, ch´io avrò ripetute spesso
dentro la gironata, o dentro qualche ora prima del sonno, o vero coll´aria di
qualche cantilena in mente; dormiré pensando o sognando tutt´altro, e risvegliarmi
ripetendo fra me gli stessi versi o parole, o colla stess´aria nella fantasia.”
Las más de las veces me ha sucedido que,
al adormecerme con algunos versos o palabras en la boca, que había repetido frecuentemente
durante el día, o en cualquier hora antes del sueño o, incluso, con el tono de
alguna cantinela en la mente, al dormir
pensándolos o soñándolos, he vuelto a despertarme del sueño repitiendo para mí los
mismos versos o palabras con el mecanismo de la fantasía”. Toma Leopardi este
suceso como un acto involuntario, como
un suceso hijo de la fantasía y de la imaginación en la que no podemos
operar con nuestra voluntad y consciencia. Es así como el peta se observa recogido y sacudido por las fuerzas internas de la creación, por aquellas fases en las que el poeta verdadero solo sabe de la lentitud y el estupor por lo bello.
***
HAY un aforismo de Novalis que resume el
ideario del alemán y del espíritu romántico más verdadero: “Buscamos por todas
partes lo absoluto, y siempre y sólo encontramos cosas”. La búsqueda del
absoluto partiendo de la realidad más inmediata, la vivificación literaria de
lo que se conoce como perpetuum mobile, la escritura de lo que trasciende los
objetos, todos, aun siendo la palabra objeto físico, ¿no es ese el territorio en
que el poeta sufre y goza, muda y grita, armoniza y concierta lo que hay de
perpetuo en su contemplación?
***
EN el fragmento de Leopardi, la fantasía se había convertido
en la fuerza interna que llevaba al artista a la creación que supera las limitaciones
espacio-temporales. Ahora, que leo unos pasajes de Discursos, de Schleiemacher,
anoto en el diario las siguientes conclusiones: “ Sabed que la fantasía es lo
supremo y lo más originario en el hombre […] Sabed que es vuestra fantasía lo
que os crea un mundo”.