miércoles, 4 de abril de 2012


LEOPARDI, en Zibaldone, es intrincado, confuso, elíptico, hermético, pero en este libro demuestra lo que JRJ o Goethe, su Obra es inmensidad inabarcable y, en cualquiera de sus páginas, encuentra uno una mina en la que puede excavar hasta la extenuación. Son hombres que quizás perdieron la consciencia de la dimensión de sus obras. Pasajes, fragmentos, párrafos referidos a las lecturas, las ideas más controvertidas y personales, como Paul Valèry en sus Cahiers, la Obra establece un cauce dorado de reflejos infinitos. 

Puede uno, además, ver reflejados, en esas aguas cristalinas, distintos autores o pensadores en las palabras del italiano. Por ejemplo, hoy abro de nuevo Zibaldone y compruebo que en él anida lo que Bécquer entendía como "duermevela" o estado de evocación que solo el poeta puede poner en funcionamiento. Escucho a Bécquer como ayer había escuchado a Goethe en Leopardi y como ayer pude entender por qué el poema titulado "El infinito" comienza con una contemplación muy determinada.
Puede que todo esto no sea más que aproximaciones momentáneas, jugueteos que se desmayarán pasados los días, pero la experiencia es grata y reconfortante, tanto como asomarse a un abismo que apenas intuíamos. Con M. comento las palabras escogidas, las elipsis, y ella me ayuda a componer el párrafo que traduce estas palabras: “Più volte m´è accaduto di addormentarmi con alcuni versi o parole in bocca, ch´io avrò ripetute spesso dentro la gironata, o dentro qualche ora prima del sonno, o vero coll´aria di qualche cantilena in mente; dormiré pensando o sognando tutt´altro, e risvegliarmi ripetendo fra me gli stessi versi o parole, o colla stess´aria nella fantasia.”  Las más de las veces me ha sucedido que, al adormecerme con algunos versos o palabras en la boca, que había repetido frecuentemente durante el día, o en cualquier hora antes del sueño o, incluso, con el tono de alguna cantinela en la mente, al  dormir pensándolos o soñándolos,  he vuelto a despertarme del sueño repitiendo para mí los mismos versos o palabras con el mecanismo de la fantasía”. Toma Leopardi este suceso como un acto involuntario, como  un suceso hijo de la fantasía y de la imaginación en la que no podemos operar con nuestra voluntad y consciencia. Es así como el peta se observa recogido y sacudido por las fuerzas internas de la creación, por aquellas fases en las que el poeta verdadero solo sabe de la lentitud y el estupor por lo bello.  
***
HAY un aforismo de Novalis que resume el ideario del alemán y del espíritu romántico más verdadero: “Buscamos por todas partes lo absoluto, y siempre y sólo encontramos cosas”. La búsqueda del absoluto partiendo de la realidad más inmediata, la vivificación literaria de lo que se conoce como perpetuum mobile, la escritura de lo que trasciende los objetos, todos, aun siendo la palabra objeto físico, ¿no es ese el territorio en que el poeta sufre y goza, muda y grita, armoniza y concierta lo que hay de perpetuo en su contemplación?
***
EN el fragmento de Leopardi, la fantasía se había convertido en la fuerza interna que llevaba al artista a la creación que supera las limitaciones espacio-temporales. Ahora, que leo unos pasajes de Discursos, de Schleiemacher, anoto en el diario las siguientes conclusiones: “ Sabed que la fantasía es lo supremo y lo más originario en el hombre […] Sabed que es vuestra fantasía lo que os crea un mundo”.