SON algunas tesis del libro de Vargas Llosa, La civilización del espectáculo, que anoto en mi cuaderno para poder pensarlas con detenimiento. Los subrayados son míos.
Faltan muchas otras ideas vertidas en este fascinante libro que disecciona en canal el estado de la cultura en la actualidad. Quizás, algunos, al leerlos, han visto una imagen deformada, casi grotesca e hiperbólica, de la realidad cultural, pero a lo mejor no han pensado que, en esos espejos cóncavos, están sus figuras bufonescas reflejadas.
Si algo ha distinguido al escritor peruano es su expresión directa y sin circunloquios sobre los hechos que le ha tocado vivir. Podremos estar de acuerdo o no con sus tesis, pero, desde luego, son cauces de reflexión inexcusables y límpidos, direcciones que ningún otro señor de la cultura deja tan a las claras y con tanto convencimiento.
Este posicionamiento del intelectual, que muestra una coherencia de ideas, como uno de los timoneros de la sociedad no es nueva para los lectores del escritor de La guerra del fin del mundo. Los ensayos recogidos en Contra viento y marea así lo confirman desde hace décadas; incluso, cuando ha atendido a autores u obras literarias ajenas y propias, lo ha hecho de manera ejemplar. A pesar de la polémica surgida a posteriori, Historia de un deicidio es un ensayo fundamental para el estudio de la obra de García Márquez; todavía recuerdo la lectura del libro El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti (acaso el ensayo más emotivo y lucido sobre el autor de El astillero) o Historia secreta de una novela, análisis por lo menudo de la creación de La casa verde; o la Carta a un joven novelista; o el ensayo dedicado a Víctor Hugo, La tentación de lo imposible; o el estupendo libro misceláneo titulado La verdad de las mentiras.
En cualquier caso, Vargas Llosa sigue fiel a una consigna que escribió hace décadas, a saber: "Toda buena literatura es un cuestionamiento radical del mundo en que vivimos". Me ha conmovido en demasía que coincida con mi admirado Mauricio Wiesenthal en que los hombres de este época, los hombres de letras, como expone en El viejo León, carecen de una autoridad moral como lo fue Tólstoi en su momento. Ahora, los paladines que teledirigen a los jóvenes creadores son más un peligro de perversidad que una vida modélica y ejemplar dedicada a las artes. Esto lleva a los autores a dos posiciones posibles: ser lo que quieren los otros (con sus dádivas y prebendas fugitivas) o ser tú mismo, solo en ti, en plenitud.
Parece que a la mayoría le convence más recibir las prebendas pasajeras que la suerte de la verdadera contemplación en la soledad y el silencio del arte, pero la coherencia ética y estética que nos enseñó J.R.J. jamás deberá ser abandonada, pues es un centro indudable, un estado de lo uno y lo diverso.
1. "Tampoco es casual que la crítica haya desaparecido en nuestros medios de información y se haya refugiado en esos conventos de clausura que son las facultades de Humanidades [...]. Es verdad que los diarios y revistas más serios publican todavía reseñas de libros, exposiciones y conciertos, pero, ¿alguien lee a esos paladines solitarios que tratan de poner orden jerárquico en esa selva promiscua en que se ha convertido la oferta cultural de nuestros días? Lo cierto es que la crítica, que en la época de nuestros abuelos y bisabuelos desempeñaban un papel central en el mundo de la cultura porque asesoraban a los ciudadanos en la difícil tarea de juzgar lo que oían, veían y leían, hoy es una especie en extinción a la que nadie hace caso, salvo cuando se convierte también ella en diversión y espectáculo". [V.Llosa estará pensando en la Universidad de los Estados Unidos o del Reino Unido, pues los departamentos de Humanidades, en España, han quedado ya abolidos por la endogamia, la desfachatez y la incultura más nefasta].
2. "Hace medio siglo, probablemente en los Estados Unidos era Edmund Wilson, en sus artículos de The New Yorker o The New Republic, quien decidía el fracaso el éxito de un libro de poemas, una novela o un ensayo. Hoy son los programas televisivos de Oprah Winfrey".
3. "Porque, en la civilización del espectáculo, el intelectual solo interesa si sigue el juego de moda y se vuelve bufón". [Esta imagen, en nuestro país, es común. tenemos demasiados bufones ne los medios de comunicación y en los suplementos culturales. Los intelectuales sometidos a los idearios políticos, no ellos enjuiciando los ideales políticos y culturales].
4. "La cultura-mundo, en vez de promover al individuo, lo aborrega, privándolo de lucidez y libre albedrío, y lo hace reaccionar ante la cultura imperante de manera condicionada y gregaria, como los perros de Pavlov ante la campana que anunciaba la comida". [Imagen perfecta de buena parte del mundo literario].
5. "En la civilización del espectáculo la política ha experimentado una banalización acaso tan pronunciada como la literatura, el cine y las artes plásticas".
6. "La diferencia esencial entre aquella cultura del pasado y el entretenimiento de hoy es que los productos de aquella pretendían trascender el tiempo presente, durar, seguir vivos en las generaciones futuras, en tanto que los productos de éste son fabricados para ser consumidos al instante y desaparecer, como los bizcochos o el popcorn". [En estas líneas se resumen la evolución y la trayectoria de la cultura desde Hegel hasta nuestros días. Creo que, en poesía, los que triunfaron con la experiencia, el materialismo histórico y todos esos sucedáneos de lo literario que ha venido después (incluidos sus voceros y defensores) , han provocado un daño terrible, capital, demoledor a la poesía].