jueves, 26 de abril de 2012

MIENTRAS escucho los acordes del Orfeo, de Monteverdi, la tarde va tomando el color del lino. Comienza la memoria a edificar un montículo de tiempos contrariados. Es una claridad cegadora, pero que no debemos temer, pues otorga gozo y vida y verdad. En esos pasillos, llevo en la mano  Genealogía de los dioses paganos y comienzo a leer en alto lo que escribió Boccaccio: "Por el hecho de que Orfeo bajara a los infiernos debemos entender que los hombres sabios alguna vez, a causa de la contemplación, llevan los ojos de la meditación a los asuntos perecederos y a la molicie de los hombres, para que, cuando ven lo que deben condenar, ansíen con deseo muy ferviente las cosas que deben ser tomadas".